En su alegato, Hugo Tomei cuestionó las declaraciones de algunos de los testigos y habló sobre el impacto de los medios de comunicación en el caso
A lo largo de su alegato que se extendió por un poco más de una hora, el abogado de los ocho acusados por el crimen de Fernando Báez Sosa, Hugo Tomei, hizo hincapié en varios ejes. Dijo que “nunca hubo un plan para matar”, que los imputados no demostraron el dolo y que “no tuvieron dimensión de lo que había pasado”. Consideró también que lo sucedido se encuadraría bajo la figura de homicidio en riña, pero antes pidió la absolución de todos los detenidos “porque el hecho no está probado”. Además, cuestionó las declaraciones de algunos testigos.
En particular, el letrado mencionó los testimonios de Alejandro “Chiqui” Muñoz, jefe de seguridad del boliche al momento del asesinato, y de Tomás Bidonde, un joven que aquella noche del 18 de enero de 2020 estaba en la discoteca y presenció el hecho.
Tomei sembró dudas sobre las precisiones de ambos señalando la posición de cada uno ellos al momento del crimen: utilizando un croquis incorporado a la causa, indicó que los testigos se encontraban en la entrada al boliche y desde allí observaron la golpiza. Sin embargo, argumentó el abogado, “otros testigos dijeron que estaban parados en la puerta de Le Brique y dijeron que no se veía, por ejemplo, la chica que le practicó RCP”.
“Es imposible que desde la puerta de Le Brique se vea con la claridad que han manifestado. ‘Le pegó un puntazo en la cabeza’, decían…”, insistió y agregó con ironía: “A veces pensaba que estaba en un juicio donde el hombre nuclear con el ojo biónico estaba acá”.
Puntualmente sobre Bidonde, el defensor acotó: “No voy a decir que miente, sino que no vio lo que dijo ver. Y es probable que lo que haya visto lo haya obtenido inconscientemente de los medios de televisión y las redes sociales que pasaban infinitamente los videos”. En ese sentido, dijo que “si hay algo que tienen los testigos es una mente que es endeble y que se puede completar con un montón de información y creer que es propia, pero surge de postulados sociales, de prejuicios, de otras condiciones”. Sobre esta base, reflexionó: “El problema de todo esto es cómo se han proliferado todas las constancias del expediente y cómo los testigos, inconscientemente, fueron asumiendo una posición que tiene como contrapartida una sentencia difícil de hacer”.
Para Tomei, esa “impronta mediática inigualable” que tomó el caso lo “ha transformado” en “un paradigma de lo que no debe ocurrir”, con “horas y horas de videos, constancias del expediente expuestas en las redes sociales, en canales de televisión”.
“No hay duda de que toda la evidencia está contaminada. La sentencia que se pueda dictaminar va a intentar aproximarse, conozco el amor por el derecho que tienen los jueces, pero no pueden salir de una cuestión como esta. El Estado debió ser responsable o responder por estas cuestiones”, redondeó.
La lectura del veredicto será el 6 de febrero.