jueves, 18 abril, 2024

Como no tienen Internet, una maestra les deja a sus alumnos la tarea en las tranqueras

La vocación no sabe de sacrificio. El ayudar no entiende de excusas. Y el enseñar sabe por sobre todas las cosas de entrega. Con estas premisas vive María Caballero, una maestra rural que deja la tarea para su alumnos en la tranquera de entrada al campo donde viven en la localidad santafesina de Maciel.

Madre de tres hijos y con 20 años de docencia, esta mujer sabe que, en estos tiempos difíciles, su voluntad es fundamental para que los chicos puedan seguir aprendiendo. Ella vive en Maciel, y recorre 10 kilómetros y más hasta las casas de sus alumnos. No sólo es su maestra, es su compañera, su amiga, y a veces su mamá.”Como no hay clases y los chicos no tienen internet ni teléfonos, se me ocurrió dejarles la tarea colgada en bolsitas en las tranqueras. Cuando pasa una semana, voy y las retiro con los deberes hechos. Hablamos a la distancia, y ellos me preguntan lo que no entendieron y nos quedamos charlando un ratito. Ellos me extrañan, y yo a ellos”, contó en diálogo con un medio nacional.

Al Centro Educativo Rural 303 Antonio Arenales asisten 20 alumnos, siete en jardín de infantes y 13 en la primaria. Y María es la única maestra. Una vez por semana va una docente para los más chiquitos, pero los demás días ella se hace cargo de todos. No sólo les enseña sino también les festeja los cumpleaños.  Antes de la pandemia del coronavirus, era la primera en llegar a la escuela. A las 7:45 esperaba a los chicos, y a las ocho arrancaban las clases hasta el mediodía. Algunos alumnos viven cerca del establecimiento, pero otros caminan hasta tres kilómetros para ir a aprender, y cuando llueve no pueden llegar. “No tenemos clases de gimnasia, ni de música, pero como podemos cantamos algo de folklore entre todos”, cuenta entre risas.Cuando dejan la escuela rural, algunos de los chicos siguen la secundaria. Pero para ello tienen que movilizarse hasta el pueblo, y muchos abandonan y se quedan trabajando en el campo con su familia.

Los chicos van al pueblo una vez al año, cuando se festeja la primavera. María es la que se encarga de avisarles y muchas veces los va a buscar para que pasen un día distinto. Pero no sólo eso, las mamás le piden que les haga alguna compra en la farmacia o les saque un turno en el hospital.En las bolsitas que deja en las tranqueras, además de la tarea, la maestra les lleva los materiales, porque muchas familias no tienen la plata para comprarlos. “Esta semana les llevé tijeras, papeles de colores y pegamento porque tenían que hacer manualidades. Es importante que los chicos tengan creatividad y se entretengan en estos días”.

Para María la escuela es mucho más que eso, es “la unión familiar porque ahí se comparte todo”. “A mí me dicen ‘maestra’, y esa palabra encierra mucho más, porque muchas veces soy la mamá de ellos. Los chicos necesitan abrazos, un mimo, una caricia”.

María no se equivocó en elegir ser maestra rural cuando lo decidió allá por 1999. Porque para eso se necesita ser valiente frente a las tormentas, y disimular ante los contratiempos.

Ahora es tiempo de ser pacientes y confiar en los demás. Cuando todo esto pase, María podrá romper el metro y medio de distancia y abrazar a sus queridos alumnos.

(Fuente:TN)

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